Hermann Broch,


Hermann Broch

VOCES
LOS INOCENTES (1950)

Descúbrete y piensa en las vícitimas;pues solo el que siente la soga en su cuello se da cuenta de la brizna que se agita en el vientre por entre los adoquines del cadalzo.
Oh! Aquellos que disfrutan con el derramamiento de sangre; lo demoniaco es ciego,lo prohibido es ciego, los espectros son ciegos, estan ciegos ante lo que germina porque ellos carecen de crecimiento. Y sin embargo cada uno de ellos fue niño una vez.
No alabes ni premies la muerte, no premies la mmuerte que los hombres se inflingen unos a otros; no alabes lo indigno. Ten, en cambio, valor para decir mierda cuando alguien excite a los otros a matar a su prójimo.
En verdad que el asesino sin dogmas es el mejor de los hombres.
Oh! Llamada humillante y envilecedora; la llamada al verdugo,llamada de miedo mas secreto, llamada de todos los dogmas que carecen de fundamento.
Hombre, descúbrete y piensa en las víctimas.
El mal vuelve su rostro siempre hacia el mal.
¿Quién consuma el sacrificio humano espectral? Un espectro.Está ahí en la habitación, algo prohibido está ahí que silba para sus adentros: es el espíritu del espectro burgués habituado al orden. Ha aprendido a leer y a escribir, a cepillarse los dientes, va al médico cuando está enfermo, en general solo se ocupa de si mismo y sigue, sin embargo siendo un espectro.
Ah! Qué asustados estabamos! a trevés del Berlín de espectros pasaba como un rayo el emperador brgués: plin plaf clin clin. Ramplonería de púrpura vestido de armiño, motorizado hiede a barroco. Resuena diáfana su gran limusina.
Nos empujamos con los hombros y nuestro espanto se convierte en risa.Pero este era solo el comienzo, cuando tres decenios mas tarde se paroximó el monstruo, abrió sus fauces y nos habló en un lenguaje babeante, entonces perdimos nosotros el don de la palabra, las palabras se secaron y parecía que nos hubieran arrebatado para siempre la comprensón.
El que hacía poesía era tenido por un ser despreciable que pretendía sacar frutos de flores marchitas, perdimos la risa y vimos la máscara del terros, la ramplonería fúnebre unida al rostro del verdugo; el espíritu burgués.
Máscaras cubriendo máscaras. Monstruosidades que cubren monstruosidades.
Rostro que ignora las lágrimas.

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